Hogar de Oscuridad y Monstruos por Klibeidys Faez M.
Edgewater Medical Center, en
el 5700 N Ashland Ave. Chicago Illinois
20 de Junio de 2019
10:15 AM
La cabeza estaba matándola,
tenía los párpados pesados y le dolía gran parte del cuerpo, el volver a la
consciencia le estaba costando un poco. Le llevó un par de segundos poder abrir
los ojos, y unos cuantos minutos dejar de ver las manchas borrosas a su
alrededor. ¿Dónde estoy? ¿Qué lugar era
ese? Por mucho que lo intentaba, no recordaba nada. Se incorporó de golpe
una vez fue un poco más consciente de su entorno y su mente empezó a trabajar,
quedó sentada en la sucia camilla donde se encontraba en lo que parecía ser una
vieja sala de rayos X, la luz entraba por la gran ventana que tenía detrás
dándole al lugar un aspecto de lo más sombrío
¿Por qué estaba ahí y qué le
había pasado? ¿Por qué su cuerpo le dolía de esa forma? Comenzó a pasar sus
manos por todo su contorno buscando algún rastro de heridas, hasta que su
diestra rozó su costado, y sí, fue consciente del líquido viscoso que emanaba
de una hendidura algo profunda. Enseguida llevó ambas manos para cortar la
hemorragia, ignoraba la sangre que había perdido pero no podía arriesgarse a
perder más. Como pudo bajo de la camilla en busca de algo para cubrir la
herida, arrastrando los pies se acercó a la ventana donde una gran tela cubría
un artefacto, no sabía muy bien qué era, y con la parte afilada de otra de las
máquinas, cortó un pedazo de tejido lo suficientemente largo para ir
enrollándolo sobre su estómago.
— ¡Ay, maldición, por todos
los demonios… Duele! —Se quejó murmurando entre dientes una vez hubo acabado el
rudo vendaje, por ahora serviría, y debería aguantar hasta que lograra salir de
allí. —¿Cómo llegué aquí? ¿Quién me habrá hecho esto?
Volvió a recorrer con la
mirada la habitación hasta dar con su mochila en una esquina y cosas
desparramadas sobre la superficie. A pasos lentos se acercó hasta sus
pertenencias y apoyándose sobre su lado sano en la pared se deslizó hacia el
suelo. Todo estaba ahí, las llaves del coche, su libreta, su teléfono,
inclusive su cámara, todo en el lugar y en perfecto estado. Encendió la
pantalla del celular con la esperanza de poder llamar a Aurelio y que fuera en
su ayuda, sabía que tuvo que haberlo escuchado y no ir sola a ese sitio, pero
era demasiado terca.
—¡Carajo, sin señal! —gruñó
molesta. —No obtendré ayuda, si quiero salir de aquí debo hacerlo por mis
propios medios.
Recogió todas sus cosas en
la mochila, con algo más de dificultad se levantó del piso y colgó el bolso a
su espalda, al sentir el roce fuerte de la tela de la camisa en su piel no pudo
evitar soltar otro quejido de dolor. Dejó el morral a un lado y levantando un
poco la camisa, observó su reflejo en una pequeña pantalla de televisión que
allí había, y lo que vio le costaba creerlo. Su piel estaba marcada por grandes
y sanguinolentos rasguños, parecidos a las garras de un lobo.
—¿¡Que mierdas es esto!?
¡Necesito salir de aquí, ya!
Volvió a tomar el bolso
colgándolo sólo de un lado y comenzó a caminar en dirección a la puerta de la
habitación, tenía que salir de ese lugar tan extraño a como diera lugar, y
sobre todo, antes de encontrarse con que o quien le había hecho todo eso.
Caminó un rato sin saber
cuántos pasillos recorrió sin encontrar la salida, era absurdo, parecía estar
dentro de un laberinto, los pasillos se prolongaban, giraban, y se enredaban
como si no tuvieran fin. Se detuvo para recostarse en una pared, le dolían los
pies, puede que no fuese buena idea llevar esas botas de montaña. La sien
seguía punzando y ni hablar de la laceración del costado, la cual había
disminuido el sangrado gracias al vendaje, pero no podía exponerse a seguir
perdiendo más sangre, porque perdería la conciencia y tampoco quería que la
herida se infectara.
Respiró un instante y
descansó un segundo, intentó encontrar señal pero el servicio de telefonía
parecía haber muerto, llevaba algo más de una hora y no veía la forma de salir.
No debía haber ido sola, lo sabía ahora, debía de haber escuchado a Aurelio e
ir juntos y no adentrarse tanto, para poder salir fácilmente. Era tan terca que
por llevarle la contraria se veía en esta situación. Se incorporó de nuevo y
reanudó su andar, no sabía en qué piso se encontraba sólo que era la antigua
planta de maternidad, todas las puertas de las habitaciones estaban abiertas
dejando entrar algo de luz, algunos cuartos estaban vacíos, otros con todo en
su lugar, incluso las pequeñas cunas junto a las camas que antaño albergaron a
madres felices. En otras reinaba un desorden como si hubiesen sido abandonadas
a toda velocidad, dejando las sábanas enredadas.
Llegó hasta el centro de las
enfermeras y se sentó en una vieja silla que por suerte soportó su peso, estaba
cansada y algo mareada, la pérdida de sangre comenzaba a causar mella, pero no
podía permitirse el lujo de dormir, sólo descansaría un poco y después
retomaría la búsqueda para salir de allí. Se dispuso a revisar los documentos
que habían dispersados sobre el largo mostrador, tal vez encontrará algo
interesante que pudiera servirle en su reporte y además se mantendría ocupada
un momento para alejar el aletargamiento que estaba comenzando a entrar en su
sistema.
Encendió la linterna del
celular para poder ver mejor, el gran tablero estaba lleno de papeles y
carpetas, algunas amarillas por el paso del tiempo, otras sucias con marcas de
tazas de café y manchas imposibles de identificar. Intento tocar algunas y al
solo roce de los dedos, se desmoronaron manchando sus yemas como si tocara
pintura desconchada. Comenzó a separarlos por grupos, de un lado los que se
mantenían enteros y del otro, los pequeños pedazos que antiguamente fueron
papel o cartulina.
Una vez hubo acabado,
regresó a los pocos enteros y se dispuso a leer: muchos eran cosas
irrelevantes, historias médicas, certificados de nacimiento y formularios para
otorgar el alta a un paciente. Pero entre tanto papel inservible, un par de
carpetas llamaron su atención, estas eran más nuevas que el resto. Cuando las
abrió, vaya sorpresa que se llevó, dentro de éstas habían grandes expedientes
de historias clínicas de dos madres jóvenes, pero lo inusual era lo que decía
acerca de los bebés:
«Ambos bebés, los cuales no poseen ningún lazo consanguíneo, presentan anomalías muy extrañas, ojos rojos, deformidades de animales…»
Y más cosas que no pudo leer
ya que la tinta estaba corrida. También leyó que ignoraban el porqué de esas
malformaciones, porque ambos embarazos fueron monitorizados desde el principio
y nada hacía presagiar tal desenlace. En otros documentos pudo informarse que
ambos bebés fueron aislados por su abominación. También se adjuntaban las
pruebas médicas realizadas a los infantes.
Profundizando un poco más en
aquellos papeles de tintas corridas pudo leer la apariencia de los bebés:
«El sujeto número uno, tiene rostro y torso
humano hasta la mitad de los muslos, a partir de ahí, musculatura y piel se
transforman en patas de lobo, cubierto de pelaje gris. El sujeto número dos es
exactamente igual al primero pero con rasgos de león y en sus brazos es
abundante el pelaje amarillento característico de dicho animal. El tiempo de
vida del sujeto número dos fue muy corto, falleció a las tres semanas de vida
sin ninguna razón aparente.»
—Quimeras, pero… ¿Cómo fue
eso posible?
Se cuestionó viendo los
expedientes; las quimeras eran criaturas mitológicas que se caracterizaban por
ser una mezcla entre un humano y un animal o animales, aunque no existía un
origen definido. Aún así, que algo así apareciese en la tierra era impensable,
sin embargo, ahí estaba. Por más que la chica busco e indagó, no pudo encontrar
dónde dijera qué había pasado con el niño sobreviviente, así que cerró las
carpetas, las guardó en su mochila y se recostó de la silla un momento; ya
había transcurrido un buen rato desde que estaba sentada, era momento de
comenzar a buscar la salida de ese abandonado lugar una vez más.
Se levantó y la silla
chirrío al momento en que su peso la abandonó, tomo sus cosas y comenzó a
caminar por donde había venido, pero el pasillo había cambiado; ya no tenía un
papel tapiz de tonos rosas en las paredes, ahora las paredes estaban revestidas
de baldosas verde oscuro, a un lado había una mesa de metal y el suelo estaba
lleno de agua sucia la cual no se sabía de dónde había salido, y al fondo, las
puertas metálicas y brillantes del ascensor parecían mofarse de ella como una
vía de escape, la cual sabía que desde hacía años no funcionaba. Comenzó a
caminar por el nuevo corredor en busca de las escaleras para poder salir de
allí, pero un ruido, o más bien un gruñido fuerte la hizo detenerse un segundo,
volteó de manera inmediata sobre su hombro derecho y no había nada, sólo
penumbras, así que con algo de alivio y los nervios de punta, reanudó su andar.
Una vez se halló cerca de la
puerta, otro gruñido igual de fuerte volvió a resonar en el silencioso lugar, y
fue en ese momento donde Sky comprendió que no se encontraba sola en ese
edificio. Apresuró el paso lo más que pudo, abrió la puerta de las escaleras
donde se leía: «PLANTA 4», y comenzó a bajar las
escaleras tan rápido como su cuerpo y su cerebro se lo permitieron; eran un
montón de escalones y los bajaba de dos en dos, aunque un par de veces tropezó
por la debilidad que sentía a causa de la pérdida de sangre y tuvo que pararse
para respirar, rodear su estómago con los brazos, presionar la herida con la
mano izquierda y de ese modo seguir bajando por la escalera. Estaba aterrada,
nada hacía presagiar que aquella mañana que entró al lugar buscando información
para el trabajo de fin de carrera se iba a encontrar con todo esto y encima,
salir malherida.
Llegó al piso dos, y otro
gruñido perturbó una vez más la calma del lugar, y seguido a eso escuchó como
la puerta por la que rato antes entró, fue abierta y cerrada con un fuerte
golpe. Su cabeza empezó a trabajar un poco más rápido, lo que sea que estuviera
ahí, la estaba buscando y no tardaría en hallarla; decidió quitarse las botas,
le sería más fácil correr descalza, además tendría algo que arrojar en caso de
necesitarlo, también busco en su mochila las llaves del coche y desplegando una
pequeña navaja que traía como llavero, comenzó de nuevo su bajada por los
escalones. Cuando hubo llegado casi a la planta baja se comenzaron a oír pasos
a su espalda, eso venía y estaba muy cerca; se apresuró a terminar de bajar,
dos, cuatro, seis, ocho, diez escalones y hubo llegado al final. Para su
suerte, la puerta de la planta baja que daba a la escalinata había sido
arrancada de sus bisagras, así que no hizo ruido cuando salió de la estancia.
Comenzó a correr con las botas en la mano izquierda pegadas al pecho y la
navaja en la derecha, pero por más que lo intentaba no daba con el lugar por
donde había entrado cuando llegó.
Caminaba sin rumbo fijo con
la certeza que perdía el tiempo, esa cosa que la perseguía la encontraría si no
conseguía salir de allí pronto. Volvió a oír pisadas, como de pezuñas, estaba
cerca, debía esconderse. Entró a una de las habitaciones de lo que antes fue
emergencias y se escondió detrás de muchas camillas que habían sido apiladas, y
esperó; una, dos, tres, cuatro respiraciones, y el sonido de los mismos pasos
fuera se volvieron a escuchar, esperó un segundo, quizás dos, hasta que lo
escuchó alejarse, y con rapidez y todo el sigilo que pudo reunir salió de su
escondite. Se dirigió en la dirección de donde provenía un poco de luz externa,
ahí debía de haber una salida, o no.
Buscó hasta que lo encontró,
el sitio por donde había entrado, distaba a unos cuantos metros, no estaba
segura de cuántos; comenzó a correr en esa dirección, pero su vía de escape
pareció esfumarse entre sus dedos cuando una fuerte mano la sujeto del cabello
y la hizo caer de espaldas. No alcanzó a golpear muy fuerte su cabeza dado que
llevaba la mochila, pero su torso se llevó gran parte del impacto haciéndola
perder el aire en sus pulmones de golpe, lo que traía en las manos fue a parar
a algún lugar no muy lejos de su cuerpo, y ese monstruo se agachó junto a ella
como un animal junto a su presa, y comenzó a olfatearla. Por un momento quedó
petrificada, ahí, tendida en el suelo, con la respiración de la criatura golpeando
a un lado de su rostro, sin poder moverse ni un milímetro bajo el cuerpo de esa
cosa, mientras continuaba olfateándola. En un segundo el monstruo se subió
sobre ella, acercó su rostro sorprendentemente humano a su cuello donde su
aliento se hizo más fuerte pudiendo apreciar el aroma fétido que desprendía y
siguió oliéndola, como buscando algo bajo su piel; en ese instante Sky
comprendió que si no se movía, tal vez no saldría con vida de ahí, muy
lentamente comenzó a mover su diestra en busca del arma, algo muy sutil para no
llamar la atención de la criatura a lo que estaba haciendo, un poco a la
izquierda, otro poco a la derecha, y justo cuando consiguió rozar la punta de
la llave del coche, la abominación sobre ella se había movido y parecía haber
encontrado lo que buscaba, movía sus blancas manos humanas por el abdomen de la
chica tratando de quitar la tela que había puesto para detener la sangre y
cubrir la gran herida que de seguro él le había causado.
—¡¡No, no me toques, déjame
en paz maldita cosa!!
La bestia de ojos claros
comenzó a removerse para tratar de quitárselo de encima, pero pesaba demasiado
y empleo sus fuertes manos en sujetarla para que no escapara, mientras con sus
dientes de lobo que desentonaban con su rostro humano se dispuso a tirar de la
delgada tela para romperla.
Sky se estiró un poco más
hasta llegar al llavero, y después fue un instante. El animal estaba tan
concentrado en su actuar que no fue consciente de la acción de ella, y eso le
dio el factor sorpresa; agarró fuerte la navaja con su diestra, y con toda la
fuerza que pudo reunir, movió su brazo con rapidez y clavó el pequeño cuchillo
justo en la sien izquierda de su captor, y de la misma forma la retiró. El
pesado cuerpo cayó inerte sobre ella, dejó su arma llena de sangre a un lado y
con la fuerza otorgada por la adrenalina, lo empujó hacia un lado quedando
libre de él, dio un gran suspiro que acabó inundando sus ojos de lágrimas,
pesadas y saladas, lágrimas que rodaron por su rostro sin control; con dificultad
logró levantarse, tomó sus cosas y por fin lo observó desde arriba, allí yacía
una quimera, un ser mitológico y que no se sabía cómo había nacido, muerto
gracias a su mano.
Con un último vistazo dio
media vuelta y retomó su camino anterior, de nuevo con las botas en la mano
izquierda pegadas al pecho y la navaja en la diestra, sólo que ahora cubierta por
la sangre de un mito. Llegó hasta la ventana por donde entró, agachándose un
poco para poder salir y la luz del día cegó sus ojos por un momento; parpadeó
un poco para acostumbrarse y se quedó en su sitio.
— ¡¡SKY!!
Escuchó un grito con su
nombre, se giró y un chico castaño y alto venía corriendo hacia ella.
— Sky, no puede ser, estás
aquí. —comentó emocionado mientras la abrazaba. Ella se quejó de dolor.* —Lo
siento. ¿Estás herida? ¿Qué te pasó? Mira que venir aquí sola, de sobras sabías
que no teníamos permiso del ayuntamiento para explorar este lugar.
En el rostro del chico se
podía observar la preocupación por el estado de la muchacha, pero ella de
momento sólo pudo dedicarle una leve sonrisa en medio de lágrimas, cuando pudo
articular palabra, le dijo:
— Aurelio, por favor, sácame
de aquí, luego te contaré todo.
El joven sólo asintió ante
la petición y la guió hasta su automóvil, más tarde regresaría por el de la
chica. Abrió la puerta del copiloto y la ayudó a subir, rodeó el auto con
rapidez subiendo el también.
—Vamos al hospital, deben
examinarte y curarte.
Puso en marcha el auto y Sky
seguía en el asiento sosteniendo fuertemente la navaja, pero las botas ya
descansaban a sus pies junto a la mochila. Mientras se alejaban, se giró para
echar el último vistazo a ese viejo y abandonado edificio hacía tantos años, el
Edgewater Medical Center, un lugar que tiempo atrás, estuvo lleno de vida y
esperanza, así como de muerte y tristeza, y que ahora casi se convertía en su
tumba. Un hogar de oscuridad y monstruos, y con un parpadeo lo dejó atrás.
Klibeidys Faez M.
Klibe, querida, qué gran relato, me encantó por los matices tan particulares que utilizas en las descripciones, he podido olfatear algunas cosas que no detallo para no quitar interés en la lectura. Muy bueno, muchas gracias por traerlo. Un gran abrazo, guapa.
ResponderEliminarMe ha gustado este relato, muy ameno y fácil de leer, esperaremos más historias de SKY.
ResponderEliminarUn saludo cordial.
Atentamente tuyo Benjamín
Es precioso y fascinante. Gracias.
ResponderEliminarConxita
Klibe me ha gustado tu relato, gracias por compartirlo. Espero seguir leyéndote. Un abrazo
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